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ENTRE LINEAS

Las palabras del silencio

De vuelta

De vuelta

Pocas veces en la vida de los hombres podemos cerrar los círculos y hacer las paces con los fantasmas.

 

Pocas veces las cosas cuadran, la angustia remite y vuelve la esperanza.

 

Para cuando eso ocurra espero tener la suficiente lucidez para ver que la pasión no venga acompañada de ira y lujuria.

 

Júpiter nos otorga mucha más pasión que razón, en una proporción aproximada de veinticuatro a uno. Él ha erigido dos irritables tiranos para oponerse al poder solitario de la razón: la ira y la lujuria. La vida ordinaria del hombre evidencia claramente la impotencia de la razón para oponerse a las fuerzas combinadas de estos dos tiranos. Ante ella, la razón hace lo único que puede, repetir fórmulas virtuosas, mientras que las otras dos se desgañitan de modo cada vez más ruidoso y agresivo, empujando a la razón a seguirlas hasta que, agotada, se rinde y se entrega. (Erasmo)

La vida, ese regalo envenenado.

La vida, ese regalo envenenado.

Se nos ha dicho que la aventura de la vida  es bonita y merece la pena porque somos  nosotros los que la amenizamos con nuestros haceres,  nuestros momentos vividos. Y yo me pregunto que porque duele tanto cuando hay desgracias, entendidas por nosotros como tales. Quizá no sean tales desgracias, pero se nos enseña a lamentarnos para que caigan las lágrimas en nuestras  mejillas y después tengamos que exculpar nuestras obras, para decir "¡pobre de nosotros!", cuando no hemos hecho nada, y de paso culpar a  alguien o a algo, para tener la exclusiva de la paupérrima pena que nos ha caído encima.


¿De que valen esos valores que se nos prestaron un día y que han ido formando callo en nosotros mientras respiramos?  ¿De que valen tantas situaciones de sacrificio solitario o en compañía ?


Lo cierto es que me mata la idea de tener que sobrevivir, la idea de que la mañana siguiente a  un día de sol posiblemente venga un día de lluvia y de tormenta ¿Pero quien ha dicho que sea mejor el día de sol que el día de lluvia y atormentado?


Me sublevo a la idea de lo establecido, ya que puedo hablar de días enteros de color gris, y convertidos en colores vivos y destellantes, porque se han envuelto en momentos llenos de placer y de gloria, de encanto y riqueza.

 

Nadie tiene que llorar por mí, nadie tiene que salvar lo que yo no pueda, nadie tiene que poner fin a nada que yo no quiera, y nadie tiene que hablar por mí, siendo que yo aun tengo voz para declararme. Por mí hago todo, esa es la verdad, y ahí es cuando aparece la verdadera  necesidad del ser humano. Me paré a pensar que me muevo por lo que a mí me place, por lo que los demás me aportan, y por lo que en su momento siento para mi bien, porque  tengo sacos llenos de egoísmo.

 

Quien me iba a decir a mí que mi planteamiento iba a tener muchos  y maravillosos cambios durante el tiempo que estoy en este barco,  un barco que tiene muchos camarotes, tantos que me pierdo. En su interior, todo esta protegido, núcleos llenos de cobijo, buen despertar y buen dormir. Pero fuera, llegan todos los contratiempos y se ven,  te llegan, y se derraman para todos por igual. La diferencia es que  a algunos les pilla debajo del porche o del tejadillo más cercano... ¿Tu me entiendes?

 

Todo y todo es como lo queramos ver, nuestros ojos hacen de reflejo, de filtro, de parapente ante todo... y todo es la vida, las circunstancias, las anécdotas, aquellas que se forman como cuentos,  largos, inmensos, llenos de talento, de letras, de entusiasmo. Yo ahora quiero ver que veo claro.

 

Si te dicen por ahí que entregarse es lo mejor, no te lo creas, no se entregan las cosas  para quedarse sin ellas, se entregan porque después obtienes lo que andabas buscando. No te engañes, pero eso es bueno, yo alumbro mi cuarto para que me de luz, ella y yo nos alumbramos, sin mi ella no es nada, no tiene  manejabilidad,  yo si... y eso le gusta, la luz y yo nos entendemos por que participamos en empatía. Yo  estaría ciego sin ella. Que no me la quiten por que me dejaría parte de los rincones sin examinar.

 

Yo que hasta ayer solo fui un hombre sencillo, hoy soy guardián de mi existencia, soplo y lo vuelvo a crear como si nada, paro las horas de cada reloj y pinto de colores la sonrisa, levanto una torre con el pensamiento a toda prisa, conozco bien cada herida, cada  ser, conozco bien cada  guerra  de la vida y del amor. Dibujo un paisaje y lo revivo, en un bosque de lápiz  y confecciono un   lazo  y hago un paquete de bonito papel para envolver la vida.

 

 Tiemblo cuando  veo morir a la gente que muere, sin causa, sin querer, simplemente por que si. ¡¡Vaya!! ¿será por que sí? Lloro por ellos, pero es porque siento pena, pena por que se van, y no sé dónde, nadie lo sabe y me crea confusión, y escondo lo que podría ser una aventura reflexiva.  Si pudiera tener en mis manos la más autentica sabiduría para dejar caer  una lona transparente y cubrir al mundo de todos los peligros que corremos los que estamos debajo, a  buen seguro que la fabricaría  aunque fuese dejándome los ojos tejiéndola por las noches que es cuando hay más silencio  y cuando los búhos dan los buenos días.

 

Haría de  crema blanda la envidia, la rabia, la violencia, y todo lo que ahora es de hierro y pesa, pesa como a grandes toneladas pesa la miseria.


Haría y de forma incondicional viviendas  de fresa para los niños que comen tierra y carne vieja... solo  porque no me clavasen la mirada triste del hambre en mi estomago, pues me llega hasta con pereza y no puedo digerirla.

 

Sería posible que cuando las alondras bajan a comer, se encontrasen con que los amigos más fieles y seguros que andan por la ramas, se encuentran mirando como caen las hojas y como se forman mantas enteras en sus patas para chascar el sonido que les hace propietarios de lo caído de eso que después aplicaran para  mecer  a sus retoños.


Sería posible examinar el agua que cae desde mi boca  pasando por mi garganta y  que mientras esta en mi boca me nutre, cuando no está, descanso, y cuando ya casi no la noto seguro que pide paso para escapar  por mis poros... quizá deje que se vaya, pero no se qué tengo que todo lo que pasa por mi, me gusta que se despida. Con esto quiero y te quiero decir que me nutro de la vida, de lo que ella tiene y me ofrece, y que hay para todos, que no se agota, tanto como grande es el universo, y grande es, pero casi podemos  guardarlo en una mano, seguro que cabe. Cierra los ojos y lo veras tan pequeño que te asustará saber que no es más grande que un grano de arroz. Es grande por que ocupa, pero pequeño porque se dice pronto.

 

Te digo que no hay que desesperar en medio de las más sombrías aflicciones de la vida. Seguro que en las nubes negras, que las hay, siempre caerá agua clara y limpia, fecundante, y llena de fuerza.


Te digo que cuando la nieve se deshace, es porque el sol la alumbra, y le da calor. Seguro que después sabrá por donde tiene que circular y correr, regando los campos, cubriendo la tierra, y dando de beber a las montañas.


Finalmente te digo que me derrito  por dentro  si me dedico  a mirar con buenos ojos al mundo, y bebo de las maravillas que hay. Por si acaso se acaban y con ese temor, te digo que las voy a barrer para el día de hoy porque no puedo dejar que pase y se me vaya su riqueza. He preparado  muchos sacos  vacíos, para pronto poder llenarlos... y recuerda,  no es más rico el que más tiene...


Y yo, quiero ser pobre para llenarme de riqueza.

Sin respuesta...

Sin respuesta...

¿De qué sirve la distancia si lo llevas contigo?

 

¿Qué esperas del paso del tiempo si sigue presente en ti cada instante?

 

¿Por qué soñar si tu sueño siempre es el mismo?

 

¿Para qué estiras tus manos si sabes que no lo alcanzarás?

 

¿En qué refugio de la ausencia esconder el desconsuelo?

 

Por eso no merece la pena que te alejes.

El eterno retorno o como un clavo saca otro clavo

El eterno retorno o como un clavo saca otro clavo

- Si quieres nos vemos pero hoy no voy a ser una buena compañía.

 

Esa había sido la respuesta a un SMS de invitación a cenar de Carlos. Era martes y los martes acostumbraban a quedar para cenar, tomar una copa y luego ir a casa de Silvia a hacer el amor o follar que de todo había. Ese ritual se venía repitiendo desde hacía algo más de dos años de relación clandestina dado el estado civil de él. Eso exasperaba a Silvia que, aunque conocedora de la situación de Carlos desde un principio, aceptó la relación cautiva de ese enamoramiento que se acentúa con la soledad de la madurez y la necesidad de ser deseada. Más de una vez ella confesó a su amante que se sentía “enganchada” a él, que había intentado acabar con aquella historia sin hechos, pero que no había podido. Carlos le hablaba de desniveles y que, a lo mejor, debían encontrarse en la misma situación de emparejamiento para que su relación continuase adelante.

 

- Pero es que yo si estoy –como eufemísticamente llamaba ella a acostarse- con alguien no puedo estar con otra persona. Por eso mientras esté contigo no me iré con nadie más.

 

Carlos un hombre escéptico construido en varias relaciones baldías, quería creer –y de hecho durante un tiempo así fue- en lo que Silvia una y otra vez le confesaba, sobre todo cuando en dos ocasiones en ese tiempo de unión ella había intentado dejarle sin éxito.

 

- Estoy muy enganchada a ti y tu te aprovechas de ello –decía ella en tímido reproche que siempre acaba entre los besos y las piernas de Carlos.

 

A principios de dos mil ocho Silvia, armándose de un valor que parecía no tener le dijo a Carlos que no la llamase más, que no le enviase ningún mensaje. Eso fue en un SMS, como siempre ella le decía las cosas que parecían importantes a Carlos. Esta vez él tuvo la sensación que aquella si era la buena, que ya no volverían a estar juntos. Su intuición venía avalada porque un mes atrás Silvia le había comentado que una buena amiga suya había roto con un novio –separado y con posibilidades de emparejarse de nuevo- con el que había porfiado durante algo más de un año. Por lo que Carlos pudo interpretar de las palabras de Silvia la ruptura se había producido por el agobio al que su amiga sometió al susodicho, ávida de emparejamiento duradero con él. Lo que también flotaba en el ambiente de la quiebra amorosa –no confesado aún por ninguna de las partes implicadas- era la incipiente amistad entre Silvia y el pretendiente de su amiga.

 

- Seguro que le gustas- le había asegurado Carlos conocedor del cuerpo, más que del alma, masculina.

 

- No en absoluto. No le gusto. Lo que ocurre es a mi puede contarme cosas que a mi amiga no se atreve a decírselas.

 

Carlos sabía que no era verdad que tarde o temprano el hombre, que no era bueno que estuviese solo, volvería a querer emparejarse con la hembra que tuviese más cerca. Por eso no hizo nada por volver a ver a Silvia en unos meses hasta que, tres meses después de aquél mensaje, le atacó la nostalgia de verla y le envió un mensaje. Fue un lunes y, como no podía ser de otra manera, quedaron para el martes. Ella vino espléndida como siempre y los reproches que Silvia tenía acabaron en la cama y con sus uñas hundiéndose en la espalda de Carlos. Así pasaron dos o tres martes más, semanas en las que él pudo saber cómo había avanzado la relación de Silvia con el ex-amante de su, ahora, ex-amiga. Por lo que explicaba las salidas de ambos eran continuas pero lo hacían “como amigos” ya que “él no se había insinuado en absoluto”.

 

- Nos lo pasamos muy bien los fines de semana, sonreía una Silvia que ya no estaba tan convencida de las verdaderas intenciones del antiguo amante de su amiga.

 

- Acabarás con él. Le gustas, reiteraba Carlos.

 

- No puedo mientras siga enganchada a ti, decía una cada vez menos convencida Silvia.

 

Ese martes en el que Silvia, después de dos semanas de ausencia, decía que no iba a ser buena compañía, Carlos adivinó iba a ser el último juntos por eso le contestó.

 

- Para mi tu siempre eres buena compañía

 

- De acuerdo pero solo a cenar porque tengo a mi hija en casa y no están muy bien las cosas con ella.

 

La respuesta de Silvia significaba que no irían a su casa. Quería decirle que esa noche no follarían. A él le pareció un pretexto pero aún así, quiso salir a cenar con ella.

 

- ¿Y qué tal las cosas con tu pretendiente?, preguntó Carlos a sabiendas que ese amigo ya era algo más y que a buen seguro tenía algo que ver con la sequía amatoria de aquél martes.

 

- Pues bien –contestó Silvia- el sábado salimos con una amiga mía y nos reímos mucho. La verdad es que nos lo pasamos muy bien.

 

- ¡Vaya! ¿Y ya se te ha declarado?

 

- La verdad es que el domingo me dijo que le gustaba, susurró Silvia sin mirar a la cara a Carlos.

 

- Bueno ¡por fin se ha destapado ¡ ¿Y tú qué le dijiste?

 

- ¿Yo? Nada. Mientras estoy con una persona no puedo estar con otra- Esa letanía, tan conocida por Carlos, le pareció falsa. Estaba convencido que Silvia a pesar de sus convicciones se había acostado con el ex-amante de su antigua amiga y, ahora que ya eran oficialmente amantes, lo único que pretendía viéndole, era acabar de la mejor manera posible con él sin decirle que ya no le necesitaba. Se lo iba a poner fácil porque a pesar de todo podía tener algún futuro –si es que existía- con su nuevo amor.

 

- ¿Has oído hablar del ‘eterno retorno’? –le dijo Carlos a Silvia en un momento de la cena. Ella puso cara extrañada como si no supiese a cuento de qué venía aquello- Hace ya algunos años –continúo explicándose Carlos- un filósofo alemán llamado Nietzsche enunció esa teoría en un libro llamado “Así habló Zaratustra” y que, en síntesis, viene a decir que las cosas, las personas y el Universo en si son finitas y viven, vivimos en el tiempo que es lo único que es infinito. Por eso, sostenía el alemán, las situaciones, las cosas y las personas tienden a repetirse. Lo que tu viviste antes, lo que has vivido conmigo, esos sentimientos se repetirán de nuevo y una vez más, acabarán.

 

Lo cierto es que Silvia no acabó de entender muy bien lo que le quería decir Carlos con aquello, de hecho su mente parecía ya no estar allí. Acabaron la cena y Carlos la acompañó a su casa después de que ella rechazase, con una excusa que en otro tiempo no hubiese planteado, la posibilidad de irse con el coche a cualquier descampado de la ciudad a retozar. Era casi la medianoche del martes y aquél había sido su último martes. Unos días más tarde Carlos recibió un mensaje de ella felicitándole por su cumpleaños. Era un mensaje obligado y él, a su vez, la felicitó por su nueva situación deseándole suerte. Silvia le contestó con un “Hasta siempre”. Carlos hizo lo mismo a sabiendas que aquél “hasta siempre” encerraba la realidad de un “hasta nunca”.

 

 

 

Mala educación

Mala educación

 

Era una persona cortés pero no le gustaban las despedidas. Por esa razón nunca acudía a una estación, o a un aeropuerto, o a un portal, ni se eternizaba en adioses con nadie. La gente de su alrededor pensaba que era un maleducado. Era más sencillo creer eso que  lo que realmente se trataba en realidad. Una cuestión de gustos.

Sucedió en el siglo XXI

Sucedió en el siglo XXI

Se han casado hace dos meses después de una relación de casi cuatro años. Él tiene 35 años y ella recién ha cumplido los 33. No tienen hijos todavía, serían demasiados gastos y la posibilidad cierta que a ella no la contraten en ninguna empresa si conociesen que aún tiene que parir, pasar la lactancia, las enfermedades de los niños y los retrasos de la mujer que “los acompaña a la guardería”. No hubo suerte con las oposiciones que hizo para entrar en el cuerpo de gestión de la Administración, único lugar donde no importan esos problemas. Con el sueldo de él, están pagando un piso de sesenta metros cuadrados maridado de una hipoteca que le acompañará hasta la jubilación. Los ingresos apenas dan para los gastos de comida –y eso que más de un día van a comer a casa de los padres de él o ella- y alguna que otra salida al cine o a pasear. A ellos les hubiera gustado tener menos hipoteca –o no tenerla como cuando eran solteros- salir más a viajar, tener un todoterreno con “gepeese” y reproductor de “deuvedes” y no esa vieja reliquia que les acompañaba desde los tiempos que iban a los mítines de Felipe González. Porque él siempre ha sido del partido socialista obrero español y mamó izquierdas desde que nació, cuando su padre, en las temporadas que no estaba en la cárcel por su militancia activa en el sindicato, le explicaba la opresión en que estaban viviendo, sin libertad casi para pensar y, sobre todo, sin igualdad.

 

Por eso él era un firme creyente en esa igualdad y sobre todo en la igualdad entre hombres y mujeres. O eso pregonaba a quién le escuchaba en las conversaciones que, generalmente, sacaba a colación cuando en las noticias informaban de algún episodio de violencia doméstica. “Eso no sucedería si realmente se tratase por igual a mujeres y hombres”, solía sentenciar.

 

Les iría bien que ella ganase un sueldo para poder soñar en un futuro algo mejor. Por eso los conocí en febrero de dos mil ocho cuando realizaba una selección para un puesto de trabajo en mi empresa. En realidad la conocí a ella y a él por lo que me contó… Su nombre, o el que os diré, es el de María. El de su flamante marido, José. Me bastaron treinta minutos para darme cuenta que era una buena candidata. Se lo dije casi al final…

 

- La formación será en Barcelona –estábamos en un punto indeterminado del sur de España- y durará una semana más o menos… por supuesto que los gastos del viaje, estancia y demás corren a cargo de la empresa. Y bien ¿tienes alguna pregunta? ¿alguna duda?

 

- Si, tengo una –dijo después de que durante toda la entrevista hubiese asentido en señal de que todo estaba en orden y a su entera satisfacción.

 

- Tú dirás – hablé esbozando una sonrisa convencido que la pregunta que me haría era sobre alguno de los muchos beneficios sociales de la empresa que tanto me gustaba explicar al futuro aspirante

 

- ¿Es obligatorio hacer la formación en Barcelona? Es que, verás, soy recién casada y mi marido no sé si me va a dejar estar fuera de casa durante esa semana.

 

- Por supuesto – acerté a decir a pesar de la repentina rotura de esquemas que la pregunta me había provocado- Es muy importante la formación porque será una de las pocas oportunidades donde podrás conocer la empresa, a tus compañeros, ver nuestro funcionamiento, saber cuál es nuestra filosofía.

 

Mientras iba diciendo eso ya había tomado la decisión de no incorporarla a la empresa. No quería ser el motivo que desencadenase la ruptura del matrimonio. Que fuesen otros que lo provocasen. No se lo dije. Le comenté que me llamase al día siguiente para conocer el resultado de sus deliberaciones matrimoniales, convencido que diría que no. Me envió un mensaje al móvil diciendo que formarse en Barcelona durante una semana era algo para lo que no había obtenido el permiso de su marido. Mientras le escribía el “eseemeese” de cortesía pensaba en lo lejos que estábamos de solucionar la lacra de la violencia doméstica mientras hubiese un solo José que se creyese el propietario de María.

Si haces el amor, no hables

Si haces el amor, no hables

Después de hacer el amor es mejor no pronunciar palabra. Hay que dejar a la mente y al cuerpo que buceen en ese abandono en el que transitan cuando han acabado su particular y sencillo lenguaje del sexo. Cualquier intento de compensar con eruditas disquisiciones sobre los sentimientos la simpleza de un gemido, un jadeo, un “fóllame” o “síngame”, un “así, así, amor”, “ahora, ahora, me vengo” o “me corro” o un grito de “zorra”, “dámelo todo” o expresiones similares, daría al traste con la espontánea sinceridad del momento lleno de entrega y apasionada desvergüenza.

 

Así que, mis queridas señoras, si vuestra pareja, amantes, singantes o follantes se dan la vuelta en la cama y se ponen a dormir después de haber hecho el amor, follado o singado, no es un acto primario y falto de sensibilidad del macho que ha satisfecho sus necesidades con la hembra importándole poco las de ésta, no. Es un acto lleno de amor que busca no romper la magia introduciendo doctas observaciones sobre el porqué de su deseo por vosotras en particular y no por otra. Y es que no hay medias tintas tampoco en esto. O se siente o no se siente. Todo lo demás, paja.

 

(Mi agradecimiento a “L” porque ella me sirvió de ideóloga en el presente escrito)

Callo porque existo

Callo porque existo

Siempre he pensado que a algún lugar deben ir las palabras que llenan los silencios, esas palabras que mueren sin ser pronunciadas. Debe existir ese lugar porque los silencios suelen dejar huella, consecuencia inequívoca que merodean a su alrededor palabras sin sonido. Callamos para no ofender o para ofender. Callamos porque queremos o porque no queremos. Callamos por indiferencia o por ser diferentes. Callamos para olvidar o cuando recordamos. Callamos para curarnos o porque nos sabemos enfermos de muerte. Mis silencios son cada vez mas largos. Siento que me voy instalando en el conformismo, la cobardía, la pereza, el orgullo y el miedo, aunque me empeñe en parecer lo contrario. He decidido poner fin a esa situación... para que los silencios hablen.